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jueves, 13 de febrero de 2020
EDUCACIÓN DE CALIDAD
Ofrecer una educación de calidad y equitativa es uno de los compromisos globales que el país asumió en el marco de la Agenda 2030, cuyos objetivos tienden al logro de un desarrollo sostenible.
La Agenda 2030 corresponde a un plan de acción mundial, adoptado esta vez por 193 líderes mundiales, a favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, llaman a la humanidad a poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad. Conllevan un espíritu de colaboración y pragmatismo para elegir las mejores opciones con el fin de mejorar la vida, de manera sostenible, para las generaciones futuras. Proporcionan orientaciones y metas claras para su adopción por todos los países en conformidad con sus propias prioridades y los desafíos ambientales del mundo en gener.
Dentro de los 17 ODS se encuentran: el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, etc. Centraré mi atención en el ODS4, es decir, educación de calidad, debido a que considero que la educación impacta directamente en el progreso de otros ODS. Por ejemplo, cuando las personas pueden acceder a una educación de calidad, pueden escapar del ciclo de la pobreza, contribuir en la reducción de la desigualdad y a lograr la igualdad de género, entre otros aspectos. Si bien nuestro país es uno de los 193 países involucrados en el cumplimiento de estos importantes compromisos globales, solo me enfocaré en los avances nacionales y específicamente con respecto al ODS4..
Cuando las personas pueden acceder a una educación de calidad, pueden escapar del ciclo de la pobreza, contribuir en la reducción de la desigualdad y a lograr la igualdad de género, entre otros aspectos.
Dentro de las siete metas propuestas para el cumplimiento de este ODS, mencionaremos la primera que dice: “De aquí asegurar que todas las niñas y todos los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos”. Quise centrar mi atención en esta meta debido a que el 3 de diciembre del 2019 se dieron a conocer los resultados PISA 2018.
Mediciones PISA
Para situar al lector, comento que se trata de uno de los estudios internacionales que permiten conocer el desempeño del país en el contexto global y en el que Chile ha participado voluntariamente en los ciclos 2000, 2006, 2009 y 2012, 2015 y 2018.
El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), evalúa cómo los sistemas educativos preparan a sus estudiantes para que apliquen su conocimiento y habilidades en tareas que son relevantes para su vida actual y futura.
Este estudio se aplica cada tres años a estudiantes de 15 años, que asisten desde séptimo básico a cursos superiores. La última aplicación de PISA en que Chile participó fue el 2018 y contó con la participación de 80 países. En nuestro país significó la aplicación a 9.656 estudiantes de 257 establecimientos de todo el país y los resultados se dieron a conocer el 3 de diciembre. Lamentablemente, dada la contingencia nacional no se le dio la relevancia que merecía.
Los resultados en todos los ciclos que hemos participado nos sitúan bajo el promedio de la Ocde y sobre el latinoamericano. Considerando esto, los resultados obtenidos en la competencia lectora, que es “comprender, usar, evaluar y reflexionar sobre textos e involucrarse con ellos para lograr las metas propias, desarrollar conocimientos y potencialidades y participar en la sociedad”, Chile obtuvo un promedio de 452 puntos, siete puntos menos en comparación a la evaluación anterior (2015). Con este resultado, Chile se posiciona en el puesto 42 de los 80 sistemas educativos evaluados.
Si analizamos el comportamiento general durante nuestra participación, durante los últimos 12 años podemos decir que ha sido fluctuante con diferencia de a lo más 18 puntos.
El 61.2% de los estudiantes de 15 años se encuentra -a lo más- en el nivel 2 de desempeño de lectura (competencia básica), para ser más específica, el 29,5 % se encuentra en el nivel 2 y el 31,7 %, está bajo este nivel de desempeño. Lamentablemente, lo que se asocia a este resultado (bajo el nivel 2) es que estos estudiantes tendrán dificultades en el logro de metas futuras relacionadas con estudios o una buena carrera laboral. En último lugar, si analizamos el comportamiento general durante nuestra participación, durante los últimos 12 años podemos decir que ha sido fluctuante con diferencia de a lo más 18 puntos.
Alcanzamos el menor promedio el año 2012 (441) y el mayor promedio el año 2015 (459). En la competencia matemática, que es “la capacidad de un individuo para formular, emplear e interpretar la Matemática en una variedad de contextos”, Chile obtuvo un promedio de 417, seis puntos menos ala evaluación anterior (2015). Con este resultado se posiciona en el puesto 54 y lamentablemente, más de la mitad de los estudiantes de 15 años (51,9 %) no ha desarrollado competencias matemáticas mínimas (están bajo el nivel 2). Si analizamos el comportamiento general, en los últimos podemos decir que ha sido oscilante con diferencias de a lo más 6 puntos.
Alcanzamos el menor promedio el año 2006 (411) y el mayor promedio los años 2012 y 2015 (423). No analizaré la competencia científica en detalle, sólo diré que se obtuvo un promedio de 444 y que el 35,3 % de los estudiantes no alcanzó el de competencias básicas.
Es muy importante definir en detalle qué entenderemos como país cuando nos referimos a una educación equitativa y de calidad, para luego diseñar e implementar un plan de trabajo con urgencia.
Estos resultados son preocupantes, pues considero la educación de calidad como un pilar fundamental de la sociedad y estos resultados evidencian la necesidad de fortalecer nuestro sistema educativo. Cuando me refiero a fortalecimiento, sé que conlleva costos asociados (dinero, personas, tiempo, etc. ), además de ser una problemática profunda y compleja, sin embargo, sus resultados se evidencian en el tiempo.
Es muy importante definir en detalle qué entenderemos como país cuando nos referimos a una educación equitativa y de calidad, para luego diseñar e implementar un plan de trabajo con
urgencia, que considere una evaluación constante en el tiempo y cuyas evidencias se observen en estudios como PISA, entre otros.
Finalmente, lo antes mencionado no es sólo para cumplir con nuestros compromisos globales o para obtener mejores resultados en los estudios PISA, pues una educación equitativa y de calidad resulta clave para el desarrollo integral y sostenible.