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LA PACIENCIA CRISTIANA |
Santiago 1:2-4
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”
Para ser perfecto y completo, necesitamos la obra perfecta de la paciencia. Por lo cual, hoy me gustaría, que viéramos más de cerca a la paciencia y su importancia.
1. Paciencia: ¿Porqué la necesitamos?
Para empezar, iremos a Hebreos 12:1-2 donde leemos:
Hebreos 12:1-2
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hay una carrera que deberíamos de correr, y correrla CON PACIENCIA, puestos los ojos en Jesús, quien también sufrió pacientemente la cruz por el gozo que había después de ella. En verdad, piensa en la paciencia de Cristo. Nunca le hizo daño a nadie. De lo contrario, sanó al enfermo, resucitó al muerto, hizo la voluntad de Dios en toda su grandeza. Sin nada más, con los milagros que hizo nulificó todas las excusas de sus perseguidores.
Aun así, fue perseguido y torturado más que nadie más, hasta el punto de ser crucificado. ¿A caso tenía Cristo razones para estar enojado y querer abandonar la misión porque la gente que él sirvió se comportó con Él tan terriblemente? Bueno, incluso si las hubiera tenido, no lo hizo. Sino que PERMANECIÓ.
Permaneces cuando consideras que el objetivo que quieres lograr vale mucho más que el dolor por el que te hace pasar. Eso es lo que Jesús hizo. Soportó el dolor y la humillación, poniendo sus ojos en lo que seguiría, en nuestra salvación, lo que ese dolor pondría a nuestra disposición. Él es nuestro brillante ejemplo de paciencia y es en Él en él que debemos poner nuestros ojos, corriendo nuestra carrera con su paciencia como ejemplo. Como Pablo dijo en 1 de Corintios 9:24-25:
1 de Corintios 9:24-25
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.”
La recompensa de nuestra carrera no es una corona corruptible en un cuerpo corruptible dada por una mano corruptible. Sino que, es una corona INCORRIPTIBLE en un cuerpo espiritual INCORRUPTIBLE, dada por una MANO INCORRUPTIBLE: la mano de JESUCRISTO. Y en Hebreos 12 continúa:
Hebreos 12:3
“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.”
Y Hebreos 10:35-36
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.”
Nuestra paciencia y confianza tienen una gran recompensa. Jesucristo regresará con coronas, con recompensas para aquellos de nosotros que hemos permanecido y no retrocedimos. Algunas veces somos así como descarados, frescos. Creemos que nuestro hogar permanente es aquí y que aquí vamos a estar para siempre. Sin embargo, nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo (Filipenses 3:20). Somos llamados por Dios para conocerle a Él y a Su Hijo, el Señor Jesucristo, por la excelencia del conocimiento y lo demás lo tengo por basura (Filipenses 3:8).
Él es el autor y consumador de nuestra salvación (Hebreos 12:2). Nuestro hogar está en los cielos, nuestro hogar real y permanente (2 de Corintios 5:1). Esa es la realidad, tan real como el premio que ahora no vemos, exactamente como el atleta que no ve su propio premio sino que permanece y se prepara para adquirirlo.
2. Paciencia pasiva y paciencia luchadora
Puesto que hablamos de paciencia, me gustaría poner en claro de qué tipo de paciencia estamos hablando. Lo digo porque hay dos tipos: la pasiva y la luchadora. La pasiva solo consume el tiempo, esperando pasivamente el final. Como por ejemplo la paciencia de los prisioneros, los cautivos y en general aquellos que han sido capturados en una situación que aceptan pasivamente.
Lo contrario a la paciencia pasiva es la paciencia luchadora, la que posee aquel cuyo objetivo es la victoria, prevalece en todas las penurias y heridas que una batalla implica. Puede que salga herido, pero prevalece en todo por su misión. Yo creo que es de esta paciencia de la que Dios habla en Su Palabra. Dios no nos pide que tengamos paciencia desesperanzada, sin propósito. Como leemos en Hebreos 12:1-2: “y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Somos pacientes, CORRIENDO (acción), una carrera y PONIENDO los ojos (acción) en alguien: EL SEÑOR JESUCRISTO; EL AUTOR Y CONSUMADOR DE NUESTRA FE.
Dios no nos hizo prisioneros de guerra, ni soldados que marchan de vez en cuando y luego vuelven a sus campos. Sino que nos hizo marines espirituales en toda guerra “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12). No desfilamos en un terreno amistoso, sino que peleamos en una guerra real en el territorio del enemigo. No andamos por ahí solo presumiendo nuestras armas solo para decir que las tenemos, sino que hay que USARLAS en todo su poder. Por supuesto, de cualquier manera, puede que suframos penurias y heridas. Pero, ¿y qué? ¿A caso les tendremos miedo? ¿A caso permitiremos que el enemigo nos mantenga en prisión bajo la amenaza de sus consecuencias. En lo que a Dios le concierne:
2 de Timoteo 2:3
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.”
El buen soldado sufre penalidades. Por causa de su misión, presto y listo a sacrificarlo todo. Por supuesto que tiene la mente de su Comandante:
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
El buen soldado tiene la mente de su comandante. Es obediente, hasta el punto de llegar a morir si fuera necesario. Se puso a sí mismo a disposición de su Señor y aunque puede que enfrente dificultades, las soporta, poniendo sus ojos en Él. Por otro lado, está el soldado que tiene miedo a los sufrimientos. En sus perspectivas se vuelve trémulo y prefiere hundirse en la prisión. El carcelero que ruge como león (1 de Pedro 5:8) lo aterroriza. Lo ha engañado para hacerle creer que tiene poder sobre él, y de ese modo esconder la verdad que “Mayor es el que está en ti que el que está en el mundo” (1 de Juan 4:4). Puede ser que este soldado también entienda la verdad. Puede que rompa sus cadenas, las fortalezas y los pensamientos de la mente (2 de Corintios 10:4) que lo mantienen cautivo en la falsa seguridad de la prisión y salir a la batalla, como buen soldado, sin temor y pacientemente. Aunque ya no con paciencia pasiva, sino con paciencia LUCHADORA.
3. Otros ejemplos de paciencia
3.1 El ejemplo del labrador y la semilla
Aparte del ejemplo de Jesús, vienen más ejemplos de paciencia en Santiago 5. Ahí, empezando en el verso 7 leemos:
Santiago 5:7-8
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.”
¿A caso el labrador ve el fruto por el cual trabaja?
NO. Sin embargo, lo espera. Soporta toda la dura labor y costoso trabajo, para que así su granja pueda producir tanto fruto como sea posible. Diríamos que el fruto de su granja corresponde perfectamente con su paciencia. Imagínate a un granjero descuidado que no hace lo necesario para su granja. Ahora compáralo con uno que a pesar del calor del verano y el frío del invierno, cuida de su granja haciendo todas esas duras labores que el primero hace a un lado. ¿Porqué lo hace? Porque su objetivo es algo que no ve de inmediato, pero para lo cual permanece: el fruto. Esa granja es la que va a producir mucho fruto, y ese es el ejemplo que se nos da, el del buen y paciente granjero. Como el Señor dijo en la parábola del sembrador:
Lucas 8:11-15
“Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Más la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”
La Palabra de Dios ha sido sembrada en nuestros corazones. Como el granjero no ve el fruto de su granja sino que persevera por el, para que, como buenos granjeros, mantengamos la semilla de la Palabra en nuestro corazón CON PACIENCIA. En la parábola, la semilla siempre era la misma. Sin embargo, solo un granjero fue PACIENTE. Mantuvo la semilla en su granja (corazón) y por consiguiente llevó mucho fruto, incluso al ciento por uno (Mateo 13:39). Y lo más importante, llevó fruto que permanece para siempre, en el cielo.
a. El caso de Job
Otro ejemplo que se da en Santiago 5 es el ejemplo de Job. Así que en el verso 11 leemos:
Santiago 5:11
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.”
La historia completa de Job se puede leer en el libro correspondiente. El diablo lo probó severamente. De hecho, todo lo que el hombre considera como bendiciones le fue quitado. Sus hijos fueron asesinados. Su propiedad se perdió. Él mismo estaba muy enfermo y su propia esposa lo trató con desdén diciéndole que maldijera a Dios y se muriera. Y como si eso no fuera suficiente, tenía tres amigos que aunque venían a consolarlo, trataron de convencerlo de que era su culpa todo lo que le había pasado. La Biblia nos dice que Job, aún así, fue paciente. Como se puede ver al final de su libro, a pesar de toda la adversidad, Job pasó la prueba de su fe exitosamente.
Siguiendo este ejemplo, nuestra fe no debería de depender de las cosas que tenemos o en la satisfacción de las cosas que no tenemos. Una fe así, es condicional. De lo contrario, deberíamos hacer al Señor responsable de cada parte de nuestras vidas. Para Él, ¡estamos “COMPLETOS EN ÉL” AHORA (Colosenses 2:10)! ¿Cuál es tu problema? ¿Tu salud, tu soledad, tal o cual cosa? Para Dios estas “COMPLETO EN ÉL (Cristo)” AHORA. Antes de que te de cualquier otra bendición, Él te ha declarado COMPLETO, porque has creído en Su Hijo.
Para muchas iglesias, las bendiciones que uno tiene es cuestión de la fe de uno mismo. Así que cuando algo se pierde, como la salud o la propiedad, nos parece complicado ayudarle. Nos volvemos como los amigos de Job que en lugar de consolarlo lo condenaron. Por supuesto que es legal el ser bendecido en todas las cosas. Pero nuestra plenitud no depende de cuántas bendiciones materiales tengamos. “No quitará el bien a los que andan en integridad” (Salmo 84:11) dice la Palabra, y Él “las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 de Pedro 1:3). Al final, restauró lo que Job había perdido (Job 42:10). Imagina su alegría cuando se curó, cuando recuperó su propiedad al doble, sus hijos etc. Imagina la alegría de Cristo cuando nos vio confesándole como Señor. Cristo sufrió la cruz, Job lo perdió todo, pero ninguno perdió su paciencia, la cual por consiguiente dio buen fruto.
b. El ejemplo de los profetas
Otro ejemplo en la epístola de Santiago es el ejemplo de los profetas. Así que en el verso 10 leemos:
Santiago 5:10
“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.”
Algunas veces creemos que los profetas y en general la gente de Dios de la que leemos en la Biblia son superhombres. Que ellos pudieron hacer tanto, pero nosotros……… Sin embargo, la verdad es diferente. ¿Quién de los profetas del Antiguo Testamento era hijo de Dios, así como tú lo eres? (Gálatas 4:1-7). ¿Quién de ellos fue nacido de nuevo de Su semilla incorruptible (1 de Pedro 1:23)? ¿A caso Pablo o Pedro o cualquier otro hombre del Nuevo Testamento tiene más de lo que tú tienes? El espíritu santo que Dios les dio, también te lo dio a ti. La promesa de aún cosas más grandes que las que Cristo hizo no fue solo hecha a algunos superhombres de la época, sino A TODO AQUEL QUE CREE EN JESUCRISTO:
Juan 14:12
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
Volviendo a nuestro tema, los profetas son un ejemplo muy vivo de paciencia y sufrimiento. Piensa en Jeremías. Isaías, Elías y en los otros, que en lugar de relajarse, escogieron sufrir, pelear, soportar. En vez de gobernarse a sí mismos, se hicieron un vaso en la mano de su Señor. Pero también en el Nuevo Testamento, piensa en Pablo por ejemplo. Como dice de sí mismo:
2 de Timoteo 3:10
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor.”
También 2 de Corintios 6:4
“antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia”
Hay una batalla espiritual que implica sufrimiento y necesitamos paciencia para pelearla. En cuanto a Pablo concierne, dijo hacia el final de su ministerio:
2 de Timoteo 4:7-8
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”
Cristo también dijo, hablándole a Dios:
Juan 17:4
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”
Cristo, Pablo, los profetas no eran masoquistas a los que les gustaba sufrir. Eran GUERREROS, MARINES ESPIRITUALES, que estaban listos para sufrir y a hacer lo que fuera necesario para el cumplimiento du se misión, para la obra del Ministerio. Aquel entonces eran Pablo y los otros, hoy somos nosotros, los que peleamos la misma batalla BAJO EL MISMO JEFE: EL SEÑOR JESUCRISTO. Caminemos como ellos. Peleemos la buena batalla y terminemos la carrera. No es una carrera fácil, pero ciertamente es la mejor carrera que podemos correr y con el mejor final: El Señor Jesucristo esperando para honrar nuestra paciencia con la corona de justicia, exactamente como hará con muchos más, que a través de los siglos escogieron pelear la misma batalla, negándose a sí mismos y poniéndose bajo el mandato de su SEÑOR.
c. Paciencia: ¿Cómo se produce?
Habiendo visto qué tan importante es la paciencia, concluiremos echándole un vistazo a cómo se produce. En Romanos 5:3-5 leemos:
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
Y Santiago 1:2-4
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”
¿Quién esperaría que lo que tanto necesitamos para hacer la voluntad de Dios, para dar fruto y correr la carrera, o sea, paciencia, es el resultado de tribulaciones y pruebas? Es por esa razón que probablemente ambos pasajes anteriores nos dicen ¡que nos gloriemos en las tribulaciones y que nos alegremos en las tentaciones! Porque si permanecemos fieles, eso producirá paciencia, lo que por consiguiente ¡producirá prueba, esperanza, buena obra!
Si por lo cual sufrimos “de acuerdo a la voluntad de Dios, sometamos nuestras almas a Él” – “el Dios de la paciencia y el consuelo” (Romanos 15:5) – “como a un fiel creador” (1 de Pedro 4:19). Sometámonos a Él y permitámosle que haga con nosotros LO QUE QUIERA. “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 de Timoteo 2:4) dice la Palabra de Dios, y somos soldados de Jesucristo. Pongamos todos nuestros afanes, todos “los negocios de la vida”, en Dios. “Hagamos a un lado toda carga, y el pecado que tan fácilmente nos atrapa y corramos con paciencia la carrera que esta puesta frente a nosotros, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.
Buenos Frutos del Corazón |
La palabra “corazón” es una de las palabras usadas más frecuentemente en la Biblia. Viene 876 veces y se me ocurrió en echarle un vistazo a algunas de esas apariciones.
1. El árbol y el fruto
Para empezar, iremos a Mateo 12:33-35. Ahí Jesucristo dijo:
Mateo 12:33-35
“…porque por el fruto se conoce el árbol… Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.”
También Mateo 7:16-18 dice:
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.”
Un fruto siempre es el resultado del árbol que está detrás de él. No se puede producir ningún fruto sin árbol y ningún fruto puede ser diferente del árbol que lo produce. El Señor usa esta figura aquí para decirnos que lo que un hombre da es el resultado y la analogía directa del tesoro que tiene en el corazón. Un buen tesoro produce buen fruto, y un tesoro malo produce fruto malo. Como en Proverbios 4:23 dice:
Proverbios 4:23
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”
Del corazón mana la vida, esto es, los resultados, el fruto que damos en nuestras vidas. El corazón y lo que hay dentro de él determinan los frutos que saldrán de él.
2. La Palabra y el fruto
Habiendo visto que el resultado que damos en nuestras vidas depende del tesoro mantenido en nuestros corazones, y asumiendo que todos queremos dar buen fruto, vamos a continuar para ver el buen tesoro apropiado para este fruto. Para verlos iremos a Proverbios 4:20. Ahí Dios, hablando como Padre, dice:
Proverbios 4:20-21
“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón”
Nuestro Padre nos llama a PONER ATENCIÓN A SUS PALABRAS A INCLINAR NUESTROS OÍDOS A SUS RAZONES. A MANTENERLAS EN MEDIO DE NUESTROS CORAZONES. Como vimos previamente, el tesoro que está en nuestros corazones determina el fruto que damos en nuestras vidas. Esto es válido para la Palabra de Dios también. También da fruto cuando se mantiene en nuestro corazón. El tipo de fruto que da, viene en el verso 21, donde leemos:
Proverbios 4:21-22
“No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.”
Las palabras de Dios mantenidas en el corazón son vida y salud. Como Jesús dijo en Mateo 4:4:
Mateo 4:4
“Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Al hombre le es imposible vivir sin la Palabra de Dios. Y para dar buen fruto de la Palabra, tiene que guardarla en su corazón. Como Jesús de nuevo dijo, explicando la bien conocida parábola del sembrador.
Lucas 8:11-15
“Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”
La Palabra de Dios escuchada y guardada con un corazón noble y bueno es lo que da buen fruto, vida abundante, exactamente como Dios desea que tengamos (Juan 10:10).
3. Dios mira el corazón y quiere el corazón
Es evidente que el Señor este interesado en el corazón, lo podemos ver en otras partes de Su Palabra, Entonces, en 1 de Samuel 16:7 leemos:
1 de Samuel 16:7
“porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”
El Señor está interesado en el corazón. No le importa nuestra apariencia exterior, esto es, si aparentamos ser “buenos” y “puros”. Los fariseos eran así. Parecían ser puros por fuera, ¡pero por dentro eran hipócritas! Como Jesucristo característicamente les dijo:
Lucas 16:15
“Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones”
Dios conoce los corazones de todos nosotros, y como en 1 de Corintios 4:5 pone en claro, llegará el día cuando el Señor “el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.” Contrario al hombre que se preocupa por el exterior, a Dios le importa el interior, el corazón. Es por eso que en Proverbios 23:26 dice:
Proverbios 23:26
“Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos.”
Muchos están prestos a hacer muchas cosas en nombre de Dios . Pero lo que Él quiere es simplemente que le demos nuestro corazón. No quiere el fruto, nuestros actos, sino el árbol que produce ese fruto. Si ese árbol –nuestro corazón- está en Sus manos, entonces el fruto que se producirá será bueno porque vendrá de un corazón que le ha sido dado a Él y que es dirigido POR ÉL.
4. “Con todo nuestro corazón”
Con todo lo anterior, debería de quedar claro que Dios está interesado en nuestro corazón. Sin embargo, como veremos, no está interesado solamente en él, sino que lo quiere en su totalidad. Empezando de Mateo 22:35-38 leemos:
Mateo 22:35-38
“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”
También Deuteronomio 10:12
“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma”
Deuteronomio 4:29
“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.”
Jeremías 29:13
“y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”
Joel 2:12-13
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón…Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia”
Proverbios 3:1-6
“Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán….Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.”
Escogimos los pasajes anteriores por su referencia en cuanto a “TODO EL CORAZÓN”. Dios mira y quiere TODO nuestro corazón. Quiere que le amemos con todo nuestro corazón, a buscarlo con todo el corazón, a servirlo con todo el corazón y confiar en Él con todo el corazón. Como en 2 de Crónicas 6:14 dice: “que guardas el pacto y la misericordia con tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón”
5. Pecado: un tema del corazón
Como hemos visto hasta ahora, Dios mira y está interesado en el corazón. No es sorpresa que también considere al pecado como tema del corazón. En Mateo 5:27-28 leemos:
Mateo 5:27-28
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.”
Este pasaje ha turbado a muchos y esto es debido a que conectan el pecado con hechos externos. Pero Dios no hace eso. Él conecta el pecado con el CORAZÓN, el lugar donde Él mira. Cuando el mal se hace parte de nuestros corazones es pecado, independientemente de cuándo o si se manifestará con hechos externos . Como en el Salmo 66:18 dice:
Salmo 66:18
“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.”
Y en Isaías 59:1-2 dice:
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.”
El pecado rompe nuestra relación con Dios, y como puede parecer obvio de lo anterior, eso sucede en el momento en que se concibe en nuestro corazón. Es por eso que es muy necesario guardar nuestros corazones. Pedirle a Dios, así como David, que lo limpie de toda iniquidad (Salmo 51:9-10, 139:23-24). Que verifique y filtre lo que hay ahí, asegurándose que lo único que reina ahí es Dios y Su Palabra.
6. Conclusión
En este artículo vimos algunos de los pasajes que se refieren al corazón. Cuando en la Escritura hay 876 referencias a la palabra “corazón” es obvio que no es posible con 10 páginas cubrir completamente el tema. Sin embargo, esperamos que con lo que vimos haya quedado claro la importancia del corazón y el peso que Dios le da. Así que vimos:
El corazón es el árbol del cual depende el fruto que damos. Si lo que tenemos en nuestro corazón es bueno, entonces el fruto que daremos también será bueno y viceversa.
I. El requisito para que el corazón de buen fruto es guardar la Palabra de Dios. Las palabras de Dios que ahí se encuentran son VIDA.
ii. Puesto que ahora el fruto que damos depende del tesoro que tenemos en nuestro corazón (Mateo 7:16-18) y debido a que el buen fruto solo lo da aquel el cual guarda la Palabra de Dios en su corazón (Lucas 8:15), podemos concluir que cuando la Palabra de Dios nos dice que debemos de guardar nuestros corazones por sobre todas las cosas, no significa que debemos de guardar el tesoro malo que pudiera haber ahí. Eso debería de eliminarse y en su lugar deberíamos tener cuidado de tener siempre el buen tesoro que es capaz de dar buen fruto y VIDA: La Palabra de Dios.
III. El corazón es la parte a la cual Dios mira y la que quiere que le demos.
IV Quiere que le amemos con todo el corazón.
V. Que le sirvamos con todo el corazón.
VI. Que lo busquemos con todo el corazón.
VII. Cuando nos desviemos de Sus caminos, que regresemos a Él con todo el corazón.
VIII. Que confiemos en Él con todo el corazón.
IV Quiere que le amemos con todo el corazón.
V. Que le sirvamos con todo el corazón.
VI. Que lo busquemos con todo el corazón.
VII. Cuando nos desviemos de Sus caminos, que regresemos a Él con todo el corazón.
VIII. Que confiemos en Él con todo el corazón.
IX. Finalmente, vimos que el pecado es un tema del corazón y por eso se debe enfrentar como tal.
Por lo cual, entreguemos nuestro corazón al Padre, así como Él nos exhorta. Como el Señor dijo:
Juan 15:4-8
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto”
Noe Obedece a Dios |
En este artículo reflexionaremos acerca del tema de la obediencia. Para empezar, vamos a ir a Romanos 6:15-18 que dice:
“¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”
De acuerdo a este pasaje, uno es siervo de aquel a quien se obedece, con dos posibilidades disponibles: ya sea, obedeciendo al pecado, siendo esclavo del pecado o obedecer de corazón a Dios y Su doctrina, siendo siervo de la justicia. En otras palabras, no importa qué tan activos estemos en actividades religiosas, lo que importa es qué tan OBEDIENTES le somos a Él; porque es nuestra obediencia y al que obedecemos lo que determina al que en realidad servimos. Como en Santiago 4:7-8 dice:
Santiago 4: 7-8
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”
Necesitamos acercarnos a Dios, para que Él se acerque a nosotros. No podemos servirle a distancia, sin conocerle. Solo podemos servir al que obedecemos y a quien nos sometemos. Como dice en Filipenses 2:5-11
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
El mismo sentir que estaba en Jesucristo este también en nosotros. ¿Cuál es ese sentir? EL OBEDECER A DIOS, EL SENTIR DE QUE OBEDECIENDO A DIOS NI SIQUIERA SE NEGÓ A MORIR EN LA CRUZ. Ese era el sentir en Getsemaní:
Mateo 26:36-39, 42
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”
El sentir de Jesucristo, la actitud de obedecer a Dios, era “NO SEA COMO YO QUIERO SINO COMO TÚ” Ese es el sentir que nos dice la Palabra de Dios que debemos de tener. No como nosotros queramos, sino como Dios quiere. Es fácil ser obediente cuando todo va por el camino que queremos. Cuando Dios nos da el deseo de nuestro corazón, lo recibimos con mucha alegría. Sin embargo, ¿qué hacemos cuando las cosas no suceden así? ¿Cómo reaccionamos cuando los planes del Señor parecen diferir de los nuestros? Ahí está la diferencia entre el ser obediente y desobediente. En tiempos felices, ambos reaccionarán igual. La felicidad, no es lo que causa la caída de la gente de la segunda categoría de la parábola del sembrador. De lo contrario, como Jesús dijo: “reciben la Palabra CON GOZO” (Lucas 8:13). Pero este no perdura. En la primer tribulación, caen (Mateo 13:21, Lucas 8:13). Cuando lo que Dios quiere para nosotros no es lo que nosotros quisiéramos, la voluntad desobediente huirá, mientras que la obediente permanecerá, diciendo: “si no….. hágase tu voluntad”.
1. La obediencia a Dios es mejor que el sacrificio
En 1 de Samuel viene una historia bien conocida: la historia del levantamiento y caída de Saúl en el pueblo de Israel. Saúl fue escogido por Dios para ser el primer rey de Israel. En el principio, era humilde. De hecho, en el día de su proclamación como rey de Israel se escondía de la gente (1 Samuel 10:22). Sin embargo, su humildad no duró mucho. Pronto se convirtió en orgullo y precipitación por actuar conducido por el pueblo, en lugar de someterse al Señor. En 1 de Samuel 13 vemos su primera rebelión: Saúl y el pueblo esperaron a que Samuel viniera para el sacrificio, mientras que los filisteos estaban listos para pelear al otro lado. Samuel llegó tarde. Viendo esto, Saúl hizo lo que no debió haber hecho: ofreció él mismo el sacrificio. El obediente espera a Dios y guarda Sus mandamientos, no importándole lo que cueste. Por otra parte, el desobediente es obediente mientras las cosas marchen bien. No obstante, cuando las cosas cambian, entonces las toma en sus propias manos haciendo lo que a su propio juicio considera pertinente. Piensa que ha esperado mucho y que al final del día tiene que hacer algo. Samuel llegó exactamente cuando Saúl había terminado el sacrificio. Sin embargo, no le traía buenas noticias.
1 de Samuel 13:13-14
“Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.”
Probablemente, ese fue la prueba crítica de Saúl. Si la pasaba, si obedecía al Señor y su mandamiento, su reino sería establecido. Pero como no obedeció, su reino se iba a perder. Como Samuel le dijo: “pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero”. Obviamente, Saúl no pasó la prueba de obediencia a Dios. Cuando vio que Samuel no llegaba, abandonó el mandamiento del Señor para hacer lo suyo. Después lo vemos repitiendo el mismo pecado. En 1 de Samuel 15:1-3 leemos:
1 de Samuel 15:1-3
“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.”
Dios le ordenó a Saúl que destruyera a Amalec completamente. Los versos 7-9 nos dicen lo que finalmente hizo:
1 de Samuel 15:7-9
“Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.”
A pesar del hecho de que Dios le había dicho muy claro a Saúl que tenía que destruir completamente a Amalec, no llevó a cabo Su mandamiento, o más precisamente, lo ejecutó solamente hasta el punto donde mejor le parecía a él y al pueblo. Así que destruyeron lo que les parecía más despreciable, pero salvaron LO QUE CONSIDERARON MÁS CONVENIENTE. Sin embargo, eso no es obedecer. Obedecer a Dios no significa el hacer Su voluntad parcialmente, hasta el grado donde te guste más. Sino que es hacer lo que Dios te ha ordenado exacta y completamente. Como en Jeremías 47:10 dice:
Jeremías 48:10
“¡Maldito el que sea negligente para realizar el trabajo del Señor!”
Obediencia es hacer lo que Dios te ha ordenado, ya sea a través de Su Palabra escrita o como en el caso de Saúl, mediante revelación. El llegar al grado de hacer algo que Dios no ha dicho, nos hace desobedientes, aunque eso que hagamos sea en el nombre del Señor. El Señor no quiere que nos ocupemos en hacer nuestras cosas para Él. Mas bien, quiere que seamos siervos OBEDIENTES, trabajando EXACTAMENTE en lo que nos ha ordenado hacer. Saúl y su gente hicieron el trabajo del Señor negligentemente. De acuerdo a él, no tenían malas intenciones. Como dijo después: “Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.” (1 Samuel 15:21). El pueblo quería hacer sacrificios, PERO NO QUERÍAN OBEDECER. Como Samuel dijo:
1 de Samuel 15:22-23
“Samuel respondió: ¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.”
No importa cuántos sacrificios hagas para el Señor. Lo que importa es qué tan OBEDIENTE eres. Los sacrificios agradables a Él son solo los que Él mismo ha ordenado. El servicio genuino solo puede ser el QUE EL SEÑOR HA ORDENADO. Todo lo demás, aunque este hecho en Su nombre, es desobediencia, una acción dirigida por la vieja naturaleza bajo la apariencia de la nueva. Como Jesucristo dijo:
Juan 7:16-18
“Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.”
Saúl buscaba agradar a los hombres. Les daba más importancia a ellos y a su opinión que a la opinión de Dios. Después, cuando admitió su pecado, lo que tenía miedo de perder no era su relación con Dios sino su honor frente al pueblo: “Luego [Saúl] dijo: “He pecado; hónrenme ahora, por favor, ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel, y vuelvan conmigo…” David, el sucesor de Saúl, también cometió adulterio y asesinato. Sin embargo, cuando Natán lo confrontó (2 Samuel 12:1-14), lo que le preocupaba, no era su trono sino su relación con Dios (Salmo 51). Es por eso que David, buscando la restauración de su relación con Dios, fue perdonado, mientras que Saúl buscando restauración del trono, fue rechazado.
2. El ejemplo de Abraham
Sacrificio de Abraham a Dios |
Un ejemplo totalmente contrario al de Saúl es el ejemplo de Abraham. Probablemente ya nos sabemos la historia de Abraham e Isaac. Isaac era el único hijo de Abraham y Sara; era también el hijo que Dios les había prometido tener y el cual habían esperado por años. Sin embargo, un día Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac:
Génesis 22:1-2
“Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.”
Dios sabía muy bien cuánto amaba Abraham a Isaac. Sabía que el era el “hijo que amaba”. Después de todo, había sido Dios quien se lo había dado. Sin embargo, ¿A caso amó Abraham a Isaac, la bendición de Dios, más que a Dios mismo? Teniendo que escoger entre los dos, ¿qué escogería realmente? ¿Se sometería a Dios, incluso si eso implicara un enorme costo personal? o como Saúl ¿se rebelaría haciendo lo que él quería? Volteando esta pregunta a nosotros: ¿Seguimos realmente a Dios porque queremos conocerle y porque queremos estar con él? o ¿le seguimos solo por Sus bendiciones, por los “Isaacs” que nos ha dado? o ¿qué esperamos que nos de? ¿Qué haríamos? si como en el caso de Abraham lo que fuéramos llamados a poner en el altar, fuera la bendición más grande que Dios no haya dado o que esperamos que nos de, cualquier cosa que ésta sea. ¿Lo haríamos? Aunque hay incontables bendiciones del Señor, por supuesto que esas no son el foco de nuestra relación con Él. Más bien, el centro debería ser el conocerlo íntimamente y a su maravilloso Hijo el Señor Jesucristo. Como Pablo dijo:
Filipenses 3:8-15
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.”
TODO, aun la bendición más grande de este mundo no es más que basura en comparación con la EXCELENCIA del conocimiento del Señor Jesucristo. Regresando a Abraham, veamos lo que hizo finalmente:
Génesis 22:3-10
“Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.”
Abraham siguió exactamente lo que el Señor le había dicho, ciertamente no era lo más grato de esta vida. Él, así como también otros hombres de la Biblia, no eran robots que hacían la voluntad de Dios mecánicamente, sino que eran como nosotros, seres de libre voluntad que por sí mismos escogerían someterse a Dios. Su obediencia no era robótica sino “DE CORAZÓN”. Esa es la única obediencia de la cual habla la Palabra de Dios. Dios no quería robots, hombres que hicieran mecánicamente lo que él decía, sin que pusieran el corazón en ello. Más bien, quería que la gente LO AMARA CON TODO SU CORAZÓN, ALMA, Y FUERZA (Marcos 12:30). Quería seres de libre voluntad que decidieran “DE CORAZÓN” el someterse por sí mismos a Él. Regresando a Abraham, siguió la Palabra de Dios a pesar del hecho de que implicaba la pérdida de su propio hijo. Luego, cuando llegó al punto más crítico, el Señor interfirió:
Génesis 22:11-12, 15-18
“Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. …Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.”
El propósito de la prueba era el demostrar si Abraham obedecería a Dios, aún si eso implicaba el sacrificio de su bendición. Ambos, Saúl y Abraham fueron bendecidos por Dios. Uno fue hecho el primer rey de Israel, el otro tuvo la promesa de que en su simiente todas las naciones serían bendecidas. Sin embargo, había una gran diferencia entre ellos. La diferencia era que el primero iba tras las bendiciones de Dios, lo cual lo condujo a desobediencia y a su caída. Por otro lado, el último iba tras EL QUE BENDICE, devolviéndole al final a su hijo, junto con la confirmación de las bendiciones para él y su simiente.
Conclusión
En el tema anterior examinamos la obediencia a Dios. Aunque este trabajo de ninguna manera fue cansado, espero que haya aclarado la importancia de esta materia. Como dice en Miqueas 6:6-8:
Miqueas 6:6-8
“¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
Todo lo que Dios quiere que hagamos es obrar justamente, amar la misericordia y el caminar humildemente con Él. Humillémonos bajo Su poderosa mano para que Él pueda exaltarnos a su debido tiempo (1 Pedro 5:6). Desobediencia, ya sea haciendo lo que el Señor no ha dicho que hagamos o no haciendo lo que nos ha ordenado hacer, es una acción que no es de Dios. No importa lo que hagamos, o las intenciones que podamos tener. Lo que importa es si lo que está hecho viene de la obediencia a Dios, así como el sacrificio de Abraham, o de la desobediencia, así como dijo Saúl del sacrificio que quería hacer.
Si tu hermano peca contra ti Amale y trata de como hacerlo reflexionar |
Este pasaje lo encontramos en Lucas 17:3-4 que dice:
“Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.”
En este pasaje hay algunas “condiciones”. Debido a que estoy en el ramo de la computación, sé muy bien lo que una condición significa en un programa. Significa, que lo que sigue de la condición aplica, solo si se lleva a cabo lo que la “condición” incluye. En el primer enunciado de las preciosas palabras anteriores de nuestro Señor tenemos dos condiciones.
SI tu hermano pecare contra ti
ENTONCES repréndele
SI (después de haberle reprendido) se arrepiente
ENTONCES perdónale
Esto es lo que el Señor ha establecido. Mucha gente desea ser perdonada sin arrepentirse. ¡Muchos otros no le perdonan a alguien un pecado el cual ni siquiera le han reprendido! Así que simplemente rompen la orden anterior que EL SEÑOR HA ESTABLECIDO. Muchos todavía reprenden a otros por cosas que no son pecados, ¡pecando a su vez contra ellos! Por ahí hay muchos bocones que critican todo y a todos y si tu caes en sus bocas…. Pobre de ti. ¡Hacen como que reprenden a los otros pero no hay PECADO! ¡Yo he sido reprendido más de una vez por algunas personas por escribir artículos! ¿Me tengo que arrepentir? NO.
Esto es lo que Dios me ha dicho que haga. Más bien, yo debo reprender a la persona que me ha “reprendido” o mejor dicho, me ha “criticado” y no quedarme callado y ver si la persona se arrepiente y pide perdón. Si yo no reprendo, lo que sé en cuanto a la PALABRA DE DIOS que es pecado, entonces el otro no va a tener oportunidad de arrepentirse y yo no tendré oportunidad de perdonarle. SI lo dejo así, mas adelante me ocasionará problemas la próxima vez que me encuentra con tal persona, porque mi relación con ella se verá afectada por heridas, intimidación y falta de perdón. Mucha gente cree que tienen que perdonar al prójimo sin reprenderlo y sin que se arrepienta y pida perdón. Eso no es lo que el Señor ha ordenado. Es mucho más difícil perdonar a alguien a quien no le has dicho el error que cometió, que no se ha arrepentido y pedido perdón que seguir la orden que el Señor ha establecido: ¡reprende, la parte contraria se arrepiente, tú perdonas!
Y preguntarás: y ¿qué pasa si yo reprendo a la persona por algo que claramente es un pecado en mi contra, y el otro no se arrepiente y nunca pide perdón? Desafortunadamente, este caso puede suceder.
Mucha gente es muy orgullosa y nunca le dirán a nadie “lo siento”. He visto casos donde gente ha sido claramente reprendida, es evidente que cometieron un error, y evitan lo que hicieron fingiendo como si nada hubiera pasado, sin decir ¡“siento mucho lo que sucedió”! Watchman Nee dijo por ahí una vez: “una persona humilde, es aquella que más frecuentemente dice “lo siento”. Decir lo siento, aun por el detalle más mínimo que tú CREES que has hecho mal. Eso es ser humilde. ¡Eso es ser cristiano! Todo lo demás es mera hipocresía.
Es el tener las palabras, pero negarlas al momento en que hay que vivirlas. El no pedir perdón, no solo dañará a la persona contra quien se cometió el pecado, sino también a la persona misma que lo cometió. Si por ejemplo una persona tiende mucho a criticar a los demás causando intimidación en ellos y si no se le confronta, entonces, dicha persona ¡ciertamente dañará a muchos y él mismo será rechazado por los demás! ¿Cómo ser abierto con alguien que intimida y no se ha arrepentido por eso? NO hay duda que esa persona al final se quedará sola. Pero les repito, los otros como hermanos y hermanas, la iglesia misma, ¿qué hacen? ¿Han confrontado a la persona? ¡
La Palabra no te pide que perdones a alguien que no se ha arrepentido! ¡Lo que ha pedido es que tu y la iglesia LO REPRENDAN! ¿Lo has hecho? ¿Lo ha hecho la iglesia, como cuerpo de creyentes que es? Y de nuevo te digo, no estamos hablando de cualquier cosa que TU puedas tener en mente como pecado, sino lo que la Palabra de Dios define como tal.
Mateo 18:15-17
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.”
¡ESTE ES EL MANDATO DE DIOS! ESTO ES LO QUE EL CAPITÁN DE NUESTRA FE HA DICHO. ESTO ES, LO QUE EL SEÑOR JESÚS, EL CRISTO, LA CABEZA DE LA IGLESIA HA ESTABLECIDO.
¿Porqué queremos hacerlo de otro modo? ¿Porqué creemos que es mejor quedarnos callados ante lo malo, el abuso, el pecado que se comete frente a nuestros ojos? ¡En nuestra misma iglesia! ¿Cuándo vamos a escuchar la voz del Señor en lugar de las voces del mundo que dicen: “cada quien es libre de hacer lo que quiera”?. Porque esto es lo que nuestro Señor ha dicho (en forma de “programa”, ¡porque es así de preciso!):
SI tu hermano peca
Repréndele, dile su error
Si se arrepiente OK.
SI NO
Toma contigo dos o tres testigos
SI no los escucha ENTONCES
Dilo a la iglesia
Si no escucha a la iglesia ENTONCES
Entonces tenlo por gentil y publicano
Lo que nosotros en nuestras iglesias occidentales modernas hacemos es lo siguiente:
SI tu hermano peca contra ti
No le digas nada, ¡perdónalo!
O
Si eres tan valiente como para decirle (¡!) y no te escucha
NO hay problema…. ¡Como quiera tienes que perdonarlo!
Perdón, ¿pero quién dijo eso? ¡Enséñame por favor el pasaje de la Biblia donde el Señor o los apóstoles ordenaron algo así! A lo mejor eso puede ser algo que TÚ crees o que tu pastor o tu sociedad te han dicho PERO ciertamente NO es lo que Dios ha dicho en la Biblia. Vamos a ver lo que Pablo dice aquí:
1 de Corintios 5:1-2
“De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?”
“¿Quitado? Por favor Pablo. Estoy muy bien en mi asiento. ¿Por qué tengo que hacer algo? Doy mis diezmos. Asisto los domingos a mi iglesia. Oro, estoy bien. ¿Por qué me tendría que molestar por este hermano? Es cosa suya”. Y Pablo, y Dios a través de Pablo te responden: “ESTAS ENVANECIDO ¡Tenías que haberte lamentado en lugar de estar fríamente sentado en tu asiento! Esa persona que no se ha arrepentido tiene que ser quitado” Y Pablo continúa:
1 de Corintios 5:9-13
“Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.”
Ese es el juicio que debe llevarse a cabo. De nuevo, no me refiero a esos tipos bocones que CREEN que reprenden y lo único que en realidad hacen es criticar la inocencia. ELLOS SON LOS QUE TIENEN QUE SER REPRENDIDOS por eso. Aquí toda la iglesia sabe que un llamado hermano es avaro, fornicario o maldiciente o etc. Esa persona no se ha arrepentido. Por lo cual cae en la última categoría del estatuto del Señor:
SI no escucha a la iglesia ENTONCES
Ténganlo como gentil y publicano
O como Pablo dice “Quítenlo”. Porque haciendo eso tienes más probabilidad de hacer que se arrepienta. Porque aceptándolo le estás diciendo ¡“no hay problema, no nos importas mucho como quiera! ¡Haz lo que tú quieras”! Dios juzga a los de afuera. “¿No estamos nosotros para juzgar a los de adentro?”
Y de nuevo:
2 de Tesalonicenses 3:14-15
“Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Más no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.”
“No lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.” El propósito no es rechazar a la persona sino que ¡se avergüencen y de ese modo se arrepientan! En nuestras iglesias modernas ¡a NOSOTROS nos da vergüenza decirle a la persona que se arrepienta! Hay que evitar a la persona para que se avergüence y se arrepienta. Evitar no significa rechazar. La Palabra dice en Santiago 5:19-29
Santiago 5:19-20
“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.”
Y de nuevo:
Ezequiel 18:23
“¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?”
Dios no desea el rechazo SINO EL ARREPENTIMIENTO de la persona que peca. Porque sin arrepentimiento el pecado no será perdonado. Ahora, para que el arrepentimiento ocurra, se necesita REPRENSIÓN y si la persona no escucha a nadie entonces deberá ser quitado, señalado y evitado. Y deberá ser aconsejado para que regrese. Las puertas siempre deben de estar abiertas SI LA PERSONA SE ARREPIENTE. Dios no desea que la persona permanezca en el estado en que está. ¡Quiere que se arrepienta!
Concluyendo, vamos a volver a las palabras de nuestro Señor en Mateo 18:18
Mateo 18:18
“De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.”
Lo anterior significa responsabilidad, opción. Está en nuestras manos el reprender. Está en nuestras manos el arrepentirnos. Está en nuestras manos el perdonar. ¿Seguiremos la enseñanza de la Palabra? Es absolutamente clara y precisa. Y déjame repetir nuevamente:
SI tu hermano pecare contra ti
ENTONCES repréndele
SI (después de haberle reprendido) se arrepiente
ENTONCES perdónale
SI tu hermano peca
Repréndele, dile su error
Si se arrepiente OK.
SI NO
Toma contigo dos o tres testigos
SI no los escucha ENTONCES
Dilo a la iglesia
Si no escucha a la iglesia ENTONCES
Tenlo por gentil y publicano
¡Jesús también fue a los publicanos y gentiles! Una vez que la persona se arrepiente el pecado es perdonado y la persona puede volver a la comunión con Dios y los otros. Las puertas nunca deberían cerrarse a un pecador arrepentido y nunca deberían ser abiertas a alguien que ha sido reprendido del modo que el Señor ha establecido y aun así no se arrepiente.