lunes, 9 de marzo de 2020
LA PACIENCIA CRISTIANA |
Santiago 1:2-4
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”
Para ser perfecto y completo, necesitamos la obra perfecta de la paciencia. Por lo cual, hoy me gustaría, que viéramos más de cerca a la paciencia y su importancia.
1. Paciencia: ¿Porqué la necesitamos?
Para empezar, iremos a Hebreos 12:1-2 donde leemos:
Hebreos 12:1-2
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hay una carrera que deberíamos de correr, y correrla CON PACIENCIA, puestos los ojos en Jesús, quien también sufrió pacientemente la cruz por el gozo que había después de ella. En verdad, piensa en la paciencia de Cristo. Nunca le hizo daño a nadie. De lo contrario, sanó al enfermo, resucitó al muerto, hizo la voluntad de Dios en toda su grandeza. Sin nada más, con los milagros que hizo nulificó todas las excusas de sus perseguidores.
Aun así, fue perseguido y torturado más que nadie más, hasta el punto de ser crucificado. ¿A caso tenía Cristo razones para estar enojado y querer abandonar la misión porque la gente que él sirvió se comportó con Él tan terriblemente? Bueno, incluso si las hubiera tenido, no lo hizo. Sino que PERMANECIÓ.
Permaneces cuando consideras que el objetivo que quieres lograr vale mucho más que el dolor por el que te hace pasar. Eso es lo que Jesús hizo. Soportó el dolor y la humillación, poniendo sus ojos en lo que seguiría, en nuestra salvación, lo que ese dolor pondría a nuestra disposición. Él es nuestro brillante ejemplo de paciencia y es en Él en él que debemos poner nuestros ojos, corriendo nuestra carrera con su paciencia como ejemplo. Como Pablo dijo en 1 de Corintios 9:24-25:
1 de Corintios 9:24-25
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.”
La recompensa de nuestra carrera no es una corona corruptible en un cuerpo corruptible dada por una mano corruptible. Sino que, es una corona INCORRIPTIBLE en un cuerpo espiritual INCORRUPTIBLE, dada por una MANO INCORRUPTIBLE: la mano de JESUCRISTO. Y en Hebreos 12 continúa:
Hebreos 12:3
“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.”
Y Hebreos 10:35-36
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.”
Nuestra paciencia y confianza tienen una gran recompensa. Jesucristo regresará con coronas, con recompensas para aquellos de nosotros que hemos permanecido y no retrocedimos. Algunas veces somos así como descarados, frescos. Creemos que nuestro hogar permanente es aquí y que aquí vamos a estar para siempre. Sin embargo, nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo (Filipenses 3:20). Somos llamados por Dios para conocerle a Él y a Su Hijo, el Señor Jesucristo, por la excelencia del conocimiento y lo demás lo tengo por basura (Filipenses 3:8).
Él es el autor y consumador de nuestra salvación (Hebreos 12:2). Nuestro hogar está en los cielos, nuestro hogar real y permanente (2 de Corintios 5:1). Esa es la realidad, tan real como el premio que ahora no vemos, exactamente como el atleta que no ve su propio premio sino que permanece y se prepara para adquirirlo.
2. Paciencia pasiva y paciencia luchadora
Puesto que hablamos de paciencia, me gustaría poner en claro de qué tipo de paciencia estamos hablando. Lo digo porque hay dos tipos: la pasiva y la luchadora. La pasiva solo consume el tiempo, esperando pasivamente el final. Como por ejemplo la paciencia de los prisioneros, los cautivos y en general aquellos que han sido capturados en una situación que aceptan pasivamente.
Lo contrario a la paciencia pasiva es la paciencia luchadora, la que posee aquel cuyo objetivo es la victoria, prevalece en todas las penurias y heridas que una batalla implica. Puede que salga herido, pero prevalece en todo por su misión. Yo creo que es de esta paciencia de la que Dios habla en Su Palabra. Dios no nos pide que tengamos paciencia desesperanzada, sin propósito. Como leemos en Hebreos 12:1-2: “y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Somos pacientes, CORRIENDO (acción), una carrera y PONIENDO los ojos (acción) en alguien: EL SEÑOR JESUCRISTO; EL AUTOR Y CONSUMADOR DE NUESTRA FE.
Dios no nos hizo prisioneros de guerra, ni soldados que marchan de vez en cuando y luego vuelven a sus campos. Sino que nos hizo marines espirituales en toda guerra “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12). No desfilamos en un terreno amistoso, sino que peleamos en una guerra real en el territorio del enemigo. No andamos por ahí solo presumiendo nuestras armas solo para decir que las tenemos, sino que hay que USARLAS en todo su poder. Por supuesto, de cualquier manera, puede que suframos penurias y heridas. Pero, ¿y qué? ¿A caso les tendremos miedo? ¿A caso permitiremos que el enemigo nos mantenga en prisión bajo la amenaza de sus consecuencias. En lo que a Dios le concierne:
2 de Timoteo 2:3
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.”
El buen soldado sufre penalidades. Por causa de su misión, presto y listo a sacrificarlo todo. Por supuesto que tiene la mente de su Comandante:
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
El buen soldado tiene la mente de su comandante. Es obediente, hasta el punto de llegar a morir si fuera necesario. Se puso a sí mismo a disposición de su Señor y aunque puede que enfrente dificultades, las soporta, poniendo sus ojos en Él. Por otro lado, está el soldado que tiene miedo a los sufrimientos. En sus perspectivas se vuelve trémulo y prefiere hundirse en la prisión. El carcelero que ruge como león (1 de Pedro 5:8) lo aterroriza. Lo ha engañado para hacerle creer que tiene poder sobre él, y de ese modo esconder la verdad que “Mayor es el que está en ti que el que está en el mundo” (1 de Juan 4:4). Puede ser que este soldado también entienda la verdad. Puede que rompa sus cadenas, las fortalezas y los pensamientos de la mente (2 de Corintios 10:4) que lo mantienen cautivo en la falsa seguridad de la prisión y salir a la batalla, como buen soldado, sin temor y pacientemente. Aunque ya no con paciencia pasiva, sino con paciencia LUCHADORA.
3. Otros ejemplos de paciencia
3.1 El ejemplo del labrador y la semilla
Aparte del ejemplo de Jesús, vienen más ejemplos de paciencia en Santiago 5. Ahí, empezando en el verso 7 leemos:
Santiago 5:7-8
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.”
¿A caso el labrador ve el fruto por el cual trabaja?
NO. Sin embargo, lo espera. Soporta toda la dura labor y costoso trabajo, para que así su granja pueda producir tanto fruto como sea posible. Diríamos que el fruto de su granja corresponde perfectamente con su paciencia. Imagínate a un granjero descuidado que no hace lo necesario para su granja. Ahora compáralo con uno que a pesar del calor del verano y el frío del invierno, cuida de su granja haciendo todas esas duras labores que el primero hace a un lado. ¿Porqué lo hace? Porque su objetivo es algo que no ve de inmediato, pero para lo cual permanece: el fruto. Esa granja es la que va a producir mucho fruto, y ese es el ejemplo que se nos da, el del buen y paciente granjero. Como el Señor dijo en la parábola del sembrador:
Lucas 8:11-15
“Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Más la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”
La Palabra de Dios ha sido sembrada en nuestros corazones. Como el granjero no ve el fruto de su granja sino que persevera por el, para que, como buenos granjeros, mantengamos la semilla de la Palabra en nuestro corazón CON PACIENCIA. En la parábola, la semilla siempre era la misma. Sin embargo, solo un granjero fue PACIENTE. Mantuvo la semilla en su granja (corazón) y por consiguiente llevó mucho fruto, incluso al ciento por uno (Mateo 13:39). Y lo más importante, llevó fruto que permanece para siempre, en el cielo.
a. El caso de Job
Otro ejemplo que se da en Santiago 5 es el ejemplo de Job. Así que en el verso 11 leemos:
Santiago 5:11
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.”
La historia completa de Job se puede leer en el libro correspondiente. El diablo lo probó severamente. De hecho, todo lo que el hombre considera como bendiciones le fue quitado. Sus hijos fueron asesinados. Su propiedad se perdió. Él mismo estaba muy enfermo y su propia esposa lo trató con desdén diciéndole que maldijera a Dios y se muriera. Y como si eso no fuera suficiente, tenía tres amigos que aunque venían a consolarlo, trataron de convencerlo de que era su culpa todo lo que le había pasado. La Biblia nos dice que Job, aún así, fue paciente. Como se puede ver al final de su libro, a pesar de toda la adversidad, Job pasó la prueba de su fe exitosamente.
Siguiendo este ejemplo, nuestra fe no debería de depender de las cosas que tenemos o en la satisfacción de las cosas que no tenemos. Una fe así, es condicional. De lo contrario, deberíamos hacer al Señor responsable de cada parte de nuestras vidas. Para Él, ¡estamos “COMPLETOS EN ÉL” AHORA (Colosenses 2:10)! ¿Cuál es tu problema? ¿Tu salud, tu soledad, tal o cual cosa? Para Dios estas “COMPLETO EN ÉL (Cristo)” AHORA. Antes de que te de cualquier otra bendición, Él te ha declarado COMPLETO, porque has creído en Su Hijo.
Para muchas iglesias, las bendiciones que uno tiene es cuestión de la fe de uno mismo. Así que cuando algo se pierde, como la salud o la propiedad, nos parece complicado ayudarle. Nos volvemos como los amigos de Job que en lugar de consolarlo lo condenaron. Por supuesto que es legal el ser bendecido en todas las cosas. Pero nuestra plenitud no depende de cuántas bendiciones materiales tengamos. “No quitará el bien a los que andan en integridad” (Salmo 84:11) dice la Palabra, y Él “las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 de Pedro 1:3). Al final, restauró lo que Job había perdido (Job 42:10). Imagina su alegría cuando se curó, cuando recuperó su propiedad al doble, sus hijos etc. Imagina la alegría de Cristo cuando nos vio confesándole como Señor. Cristo sufrió la cruz, Job lo perdió todo, pero ninguno perdió su paciencia, la cual por consiguiente dio buen fruto.
b. El ejemplo de los profetas
Otro ejemplo en la epístola de Santiago es el ejemplo de los profetas. Así que en el verso 10 leemos:
Santiago 5:10
“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.”
Algunas veces creemos que los profetas y en general la gente de Dios de la que leemos en la Biblia son superhombres. Que ellos pudieron hacer tanto, pero nosotros……… Sin embargo, la verdad es diferente. ¿Quién de los profetas del Antiguo Testamento era hijo de Dios, así como tú lo eres? (Gálatas 4:1-7). ¿Quién de ellos fue nacido de nuevo de Su semilla incorruptible (1 de Pedro 1:23)? ¿A caso Pablo o Pedro o cualquier otro hombre del Nuevo Testamento tiene más de lo que tú tienes? El espíritu santo que Dios les dio, también te lo dio a ti. La promesa de aún cosas más grandes que las que Cristo hizo no fue solo hecha a algunos superhombres de la época, sino A TODO AQUEL QUE CREE EN JESUCRISTO:
Juan 14:12
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
Volviendo a nuestro tema, los profetas son un ejemplo muy vivo de paciencia y sufrimiento. Piensa en Jeremías. Isaías, Elías y en los otros, que en lugar de relajarse, escogieron sufrir, pelear, soportar. En vez de gobernarse a sí mismos, se hicieron un vaso en la mano de su Señor. Pero también en el Nuevo Testamento, piensa en Pablo por ejemplo. Como dice de sí mismo:
2 de Timoteo 3:10
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor.”
También 2 de Corintios 6:4
“antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia”
Hay una batalla espiritual que implica sufrimiento y necesitamos paciencia para pelearla. En cuanto a Pablo concierne, dijo hacia el final de su ministerio:
2 de Timoteo 4:7-8
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”
Cristo también dijo, hablándole a Dios:
Juan 17:4
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”
Cristo, Pablo, los profetas no eran masoquistas a los que les gustaba sufrir. Eran GUERREROS, MARINES ESPIRITUALES, que estaban listos para sufrir y a hacer lo que fuera necesario para el cumplimiento du se misión, para la obra del Ministerio. Aquel entonces eran Pablo y los otros, hoy somos nosotros, los que peleamos la misma batalla BAJO EL MISMO JEFE: EL SEÑOR JESUCRISTO. Caminemos como ellos. Peleemos la buena batalla y terminemos la carrera. No es una carrera fácil, pero ciertamente es la mejor carrera que podemos correr y con el mejor final: El Señor Jesucristo esperando para honrar nuestra paciencia con la corona de justicia, exactamente como hará con muchos más, que a través de los siglos escogieron pelear la misma batalla, negándose a sí mismos y poniéndose bajo el mandato de su SEÑOR.
c. Paciencia: ¿Cómo se produce?
Habiendo visto qué tan importante es la paciencia, concluiremos echándole un vistazo a cómo se produce. En Romanos 5:3-5 leemos:
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
Y Santiago 1:2-4
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”
¿Quién esperaría que lo que tanto necesitamos para hacer la voluntad de Dios, para dar fruto y correr la carrera, o sea, paciencia, es el resultado de tribulaciones y pruebas? Es por esa razón que probablemente ambos pasajes anteriores nos dicen ¡que nos gloriemos en las tribulaciones y que nos alegremos en las tentaciones! Porque si permanecemos fieles, eso producirá paciencia, lo que por consiguiente ¡producirá prueba, esperanza, buena obra!
Si por lo cual sufrimos “de acuerdo a la voluntad de Dios, sometamos nuestras almas a Él” – “el Dios de la paciencia y el consuelo” (Romanos 15:5) – “como a un fiel creador” (1 de Pedro 4:19). Sometámonos a Él y permitámosle que haga con nosotros LO QUE QUIERA. “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 de Timoteo 2:4) dice la Palabra de Dios, y somos soldados de Jesucristo. Pongamos todos nuestros afanes, todos “los negocios de la vida”, en Dios. “Hagamos a un lado toda carga, y el pecado que tan fácilmente nos atrapa y corramos con paciencia la carrera que esta puesta frente a nosotros, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.