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miércoles, 12 de febrero de 2020

VIDA CON PROPÓSITO 

LOS SERES HUMANOS SOMOS ÚNICOS. ESCRIBI­MOS, PINTAMOS, CREAMOS Y NOS HACEMOS PRE­GUNTAS IMPORTANTES COMO:
¿Cuál es el origen del universo? ¿De dónde venimos? ¿Qué propósito tiene la vida? ¿Qué nos depara el futuro?

Algunas personas no se hacen estas preguntas porque piensan que son demasiado complicadas. Otras afirman que no tiene sentido planteárselas por­que la vida es el resultado de un proceso evolutivo. “No hay ni dioses ni motivos”, afirmó el profesor de Historia y Biología William Provine. Y añadió: “La ética no tiene ningún fundamento, la vida no tiene ningún significado”.

Sin embargo, hay personas que no comparten ese punto de vista fatalista. Se dan cuenta de que el uni­verso se rige por leyes matemáticas sencillas y preci­sas. Les maravillan los diseños de la naturaleza, algu­nos de los cuales han sido copiados por el hombre. Y a diario ven que todo diseño complejo y funcional es producto de una mente inteligente y no de la ca­sualidad.

Esa forma de pensar ha impulsado a algunos evolu­cionistas a replantearse su postura. Veamos dos ejemplos.

ALEXEI MARNOV, NEUROCIRUJANO.

“En la escuela me enseñaron el ateísmo y la evolución —comen­ta—, A quienes creían en Dios se les consideraba ignorantes”. Sin embargo, en 1990, Alexei empezó a cambiar de opinión.

“Siempre he tratado de entender la lógica de las cosas —afirma—, como por ejemplo la del cerebro humano. Se dice que este maravilloso órgano es la estructura más compleja que existe, y con razón. Pero ¿qué sentido tiene que el cerebro pueda almace­nar tanta información y desarrollar tantas habilida­des si la vida humana es tan corta? Ninguno, es ¡ló­gico. De modo que empecé a preguntarme: ‘¿Por qué estamos aquí? ¿Qué propósito tiene la vida?’.

Tras reflexionar seriamente en ello, llegué a la conclu­sión de que tiene que existir un Creador”.

En su afán por encontrar el propósito de la vida, Alexei decidió estudiar la Biblia. Más tarde, su esposa, que también es doctora y que en aquel entonces tampoco creía en Dios, empezó a estudiar la Biblia para demostrarle que estaba equivocado. Sin embar­go, ahora ambos están seguros de que Dios existe y, gracias a la Biblia, saben qué propósito tiene él para la humanidad.

HUABI YIN, CIENTÍFICA.

Huabi Yin estudió Física y, durante muchos años, se dedicó a investigar el plas­ma. Considerado el cuarto estado de la materia, el plasma (como el del Sol) está compuesto principal­mente por electrones e iones positivos.

“Cuando estudiamos los fenómenos naturales —dice Huabi—, siempre hallamos un orden asombro­so, que es el resultado de leyes precisas. Yo me pre­guntaba: ‘¿Quién estableció esas leyes? Si hasta el fuego que usamos para cocinar tiene que ser contro­lado, ¿quién estableció las leyes que regulan el Sol?’. Con el tiempo, llegué a la conclusión de que las pri­meras palabras de la Biblia dan la respuesta más lógi­ca: ‘En el principio Dios creó los cielos y la tierra’” (Génesis 1:1).

Es verdad que la ciencia nos ha ayudado a enten­der cómo ocurren algunos fenómenos naturales. Por ejemplo, cómo funcionan las neuronas y cómo produ­ce el Sol luz y calor. Pero, como aprendieron Alexei y Huabi, la Biblia nos explica el porqué de las cosas: por qué existe el universo, por qué hay leyes que lo con­trolan y por qué estamos aquí.

Respecto a la Tierra, la Biblia afirma que Dios no la creó en vano, sino “para ser habitada” (Isaías 45:18). Así es, Dios creó la Tierra con un propósito y, como veremos en el siguiente artículo, ese propósito está muy relacionado con nuestra esperanza.

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